Por: Juan Cataño Bracho
El domingo 23 de junio de 2019, día de Corpus Cristi, falleció en Chiriguaná, después de 45 años de sana convivencia, mi padre Antonio Francisco Cataño Mendoza, a la edad de 97 años; a quien dolorosamente sepultamos el lunes 24 de junio de 2019, día de San Juan Bautista, patrono de su tierra natal, San Juan del Cesar La Guajira. Y ante el fraternal y masivo acompañamiento de nuestros amigos, seres queridos y allegados, me brotaron del alma las siguientes palabras:
Ahora que no hay otra noche en que mi padre pueda recitar al acostarse: “aquí te tiro cuerpo, amanezca vivo o amanezca muerto“.
Pienso que antes que lamentar, la muerte de mi papá, son para celebrar su vida, pues sus 97 años que generosamente Dios le regaló, aunque no fueron solo alegría, sino de muchos sacrificios también, muchos de ellos fueron utilizados para hacerle bromas a la vida, lo que le permitió considerar que morir era una cagada; como las vez que al conocer y lamentar la noticia de la muerte de su amigo “Cucho” Peinado, remató la exclamación diciendo: “bueno un día de estos me la cago yo también“. Porque mi padre proviene de una familia que tiene por esencia mamarle gallo a la vida.
Aunque no podemos ocultar el dolor por su partida aprovecho esta oportunidad para darles las gracias a todos porque con su solidaridad han hecho que nuestro dolor se reduzca a la mitad. Y muy especialmente a mis primas que demostraron ser nuestras hermanas en el cuidado de su tío: Cilia y Leonilde (La John).
Gracias a nuestra familia de La Peña y de muchos pueblos del Cesar y La Guajira asentada por toda Colombia. La Peña un pueblo cuyo nombre y recuerdos no pasaba un solo día que no trajera a su memoria, durante los casi sesenta años en los que estuvo ausente pero en el que siempre su regreso fue recibido con mucho amor y alegría.
Gracias a nuestro pueblo chiriguanero, en el cual vivimos alegremente respaldados, como lo hemos comprobado ahora, durante nuestros últimos 45 años. Un pueblo tan amado por nosotros y por él, que lo que más le gustaba cuando salía era regresar. Tanto que se volvió su “sonsonete”, cuando salía de las quimioterapias mensuales de sus últimos 10 años de vida, la expresión “llamáme a Geño”: el amigo en quien confiaba para su transporte y con lo que demostraba que no había ninguna secuela que menguara su deseo de estar aquí. Claro: es que era un gran bálsamo piropear a las mujeres que pasaban por la puerta de su casa, para el que todas eran unas reinas, hacer bromas y poner sobrenombre por la mañanita en la puerta de la casa (como lo certificaría “baila feo” “oreja mocha” y “mojarrita”: Este pueblo en el que hemos podido comprobar que: “patria no es donde uno nace sino donde uno se cría y vive con satisfacción”. Hasta donde quiso Dios ponerle a su lado sus seres queridos entre ellos dos amigos de toda la vida que fueron para él más que hermanos como: Heriberto Urbina y Ricardo Lacauture.
Estar con ustedes, y recibir la solidaridad de tantas personas más, nos permite comprobar también que las cosas malas tienen su lado bueno y reafirmar un verso que concebí en una poesía la cual condensa mi eterno agradecimiento a Chiriguaná, que en uno de sus apartes dice:
Ahora recuerdo la mañana que me vine
Con mis hermanos en un nuevo trasegar
Que con mis viejos después de tanto probar
Aquí en Chirigua llegamos a tierra firme.
Quiero presentar disculpas a nuestros familiares residentes en La Peña, que sugirieron que mi papá debía ser sepultado allá, por no haber podido satisfacer su petición porque nosotros, asi como hace 40 años enterramos a nuestra hermana, hace mas de 30 años que enterramos a nuestros abuelos, hace 09 días enterramos a nuestro padre y seguramente sepultaremos a nuestra madre; hemos decidido que aquí dejaremos enterrados nuestros corazones.
A partir de la muerte de nuestro padre, lo despedimos con la confianza puesta en Dios y agradecido con todos quienes nos ayudaron a facilitarle una vida lo mejor posible en sus últimos días. Nos quedamos con sus hermosas y sencillas instrucciones, como testamento espiritual del que se preparó para el encuentro con Dios y deseamos que esas enseñanzas permanezcan en tu descendencia de generación en generación.
En nombre de mi madre, de mis hermanos, de nuestras esposas, nuestros hijos que son los nietos de mis padres, de toda nuestra familia, parientes y “de los amigos sinceros de mi padre”… Muchas Gracias