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Colombia: paraíso de la especulación

Colombia: paraíso de la especulación

Por: Juan Cataño Bracho

El pasado miércoles santo estuve en el mercado de Valledupar y al llegar nos asediaba un comerciante con una carreta cargada de guineos verdes, los cuales ofrecía a 50 unidades por $5.000; dos horas más tarde, el mismo comerciante, con la misma carreta y con la cantidad del producto disminuida, considerablemente, ofrecía el kilo a $2.000.

¿Qué pudo haber motivado que el mismo producto del que era palpable su acogida, dos horas después, aumentara de precio?

Es fácil deducir que la demanda. Una demanda que condena al consumidor a comprar sin la posibilidad de negociar, sólo presionado por la necesidad de consumo. 

En Valledupar se consigue el kilo de queso desde $20.000, hasta $30.000, todo depende de la capacidad del consumidor para movilizarse y comparar precios. Esto demuestra que es la demanda que está regulando los precios en Valledupar, una ciudad que registra una de las canastas familiar más costosas del país, lo que se convierte en factor común en toda la nación, amén de las ciudades y lugares de reconocida tradición turística, como Cartagena, donde son constantes las denuncias por abusos contra el consumidor.  

No hay duda que Colombia es un país sin control de precios, pesas y medidas, de inescrupulosos dónde todos esperamos la ocasión para enriquecernos. La especulación es el pan de cada día y los entes de control (Contraloría, Fiscalía y Procuraduría) son considerados estadios de extorsionistas o comités de aplauso que no son garantía de justicia.      

Que control de precios puede existir donde el agente se beneficia por dejar abusar, por dejar especular. Criminales que no saben lo que es el amor al prójimo, la protección del desvalido, etc., ¿Quién puede en este país calcular un presupuesto suficiente, un salario justo? Si los precios están sometidos a la insaciable actitud de los inescrupulosos que fungen como “servidores”. En todos los escenarios hay criminales al acecho de los incautos, de los forasteros, de los que no tienen tiempo para someterse al forcejeo de la oferta y la demanda y por eso ocurren hechos como que: en un parqueadero, improvisado con ocasión de la Semana Santa, en Valledupar, para un asiduo visitante, parquear, un largo rato, cueste $4.000, que ya es costoso, pero para un forastero cueste $10.000, sin contar, siquiera, con las más mínimas condiciones de seguridad de la propiedad.

Ni que hablar del servicio de taxi y otros de imperiosa necesidad, como la alimentación y el alojamiento.  Mucho peor si, ahora, se ha acuñado el término de temporada alta con el que se justifica el alza de precios en todo tipo de productos y servicio, sin que medie el aumento de productos determinantes como la gasolina. Esto es sólo producto de la ambición y la voracidad de los prestadores, que parece que se quedaron en la arbitrariedad de la “libertad de precios”.   

Pero ante quien nos quejamos si no existe la autoridad, pues los gobernantes son aspiran a manipular el poder y los agentes a aprovechar su ocasión de ganancia, lo que se hace más grave si se estima que la especulación es una forma de hacer la guerra, para hacer ver mal al gobernante de turno y una posibilidad que tienen los viudos y viudas del poder para volver a tenerlo.

Estamos en un Estado sin Dios y sin Ley, en donde no se les teme a las penas que impone el pecado, ni muchos menos a las que debiera imponer la justicia.  “Si no tenemos temor de Dios, no tomaremos lo suficientemente serio el pecado” y si no le tememos a la justicia, pues no consideramos la magnitud de nuestro delito. 

A los desamparados por el Estado y huérfanos de la justicia, nos queda el poder de la naturaleza (DIOS) que no deja ningún pecado sin castigo y, al final, deja a cada uno en el lugar que le corresponde, pagando su falta y con el rigor que le corresponde en su propia persona o en la persona de uno de sus familiares.

Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella (Hebreos 12:11).

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