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La seguridad es un asunto personal

Por: Juan Cataño Bracho

A propósito de la esperanza que tienen los vallenatos y cesarenses en que sus nuevos administradores, Mello Castro y Luis Alberto Monsalvo, mejoren la situación de inseguridad en la ciudad y el departamento, estimo que son falsas expectativas, que podrían verse frustradas una vez más, no por falta de voluntad de los mandatarios sino por la misma naturaleza social que la genera. Esto, aunque nuestra constitución política establezca que “Las autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias, y demás derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares”.   

Para nadie es un secreto que “una sensación de miedo colectivo se siente en Valledupar como consecuencia de una serie de asesinatos perpetrados en lo corrido de 2019. Y es que este año, con corte al 19 de agosto, se han cometido 55 homicidios comunes; 10 más que en 2018 para, un incremento del 22 %. El temor generalizado acompañado de las cifras tiene en alerta al pueblo vallenato, que exhorta a las autoridades a implementar un dispositivo interagencial que permita transitar hacia la paz en tiempos de posacuerdos”.

¿Cuál es la naturaleza a la que me refiero? Las ciudades son inseguras por la mala calidad y las pocas oportunidades de vida en el campo, por la migración, atizada ahora por la problemática de Venezuela, por la desigualdad social, por el desempleo, que se deriva de una muy mala gestión, originada en la manipulación y el monopolio de las posiciones y cargos de poder, entre otros fenómenos; amen de quienes alimentan el apetito del dinero fácil.

En todas las ciudades contrastan las clases privilegiadas y los cordones de miserias, casi justificadas por la estratificación social, que de manera irracional nos abocan a la lucha de clases. Situación que se agrava a partir de que a nuestros gobernantes se les ocurrió la “ingeniosa idea” de darle una casa en la ciudad a los campesinos. De allí que sean insuficientes las medidas consistentes en el aumento del pie de fuerza y la dotación con mejores elementos de choque para las fuerzas militares y de policía, que no pasan de ser medidas que contribuyen a la represión y dejan a las fuentes del problema sin solución.

El problema de inseguridad genera fenómenos similares a un problema latente que existe en la educación, al educador no le interesa que pasa con su alumno después de egresar, solo le interesa que haya alumnos para justificar la burocracia educativa o satisfacer las necesidades de empleo. Así mismo ocurre en los organismos de seguridad, quienes justifican su existencia por razón de la inseguridad o la delincuencia, máxime si para algunos miembros de los organismos de “seguridad” le resulta más rentable el delito que el control del mismo. Eso es lo que hace que el presupuesto que se destina a la “guerra” sea mayor que al que se destina para la satisfacción de las necesidades sociales insatisfechas y nunca genera cambios que contribuyan a un mejor estar en paz y armonía.

Nada se puede hacer para resguardar a las personas de los enemigos que se granjean por su interés desmedido de dinero, para evitar que las personas no estén en peligro en los expendios de drogas alucinógenas, para blindar a los ciudadanos contra la intolerancia,  la codicia y la envidia.  Nada puede borrar la sed de venganza contra quienes afectan la integridad de los conciudadanos o como borrar en Valledupar la cadena de delitos que algunos migrantes trasladan a esta ciudad en cuyas calles caen abatidos por sus antecedentes.

Por eso, ante muchas minucias que no es dable contar, por el riesgo que corre quien las denuncia; no hay una fórmula mágica que salga de una propuesta de gobierno para mitigar la delicada situación y no queda más alternativas que tomar precacuciones individuales para evitar que la ola de inseguridad nos alcance, como resguardarnos en las familias y andar con rectitud el camino de la vida que, aunque tampoco nos la garantiza totalmente, nos ayudaría a mantener un poco más nuestra integridad. No hay que despertar el interés de la delincuencia, pues ya sabemos que no se controla con la privación de la libertad. No hay que confiar en la buena fe de los desconocidos, ni mucho menos confiarnos en el ilimitado poder de las autoridades y su interés para combatir la delincuencia. 

Más alla del axioma de que “para erradicar los delitos que comete la delincuencia organizada y la delincuencia común, no puede haber una estrategia permanente y definitiva, ya que la dinámica de operación de estos grupos cambia todos los días y hay que adecuar las acciones a cada instante para que realmente sean efectivas”; la inseguridad no sede aunque la estrategia de seguridad se esté modificando día con día, porque no hay una acción efectiva que disminuya el origen y la movilidad de los grupos delincuenciales, que va creciendo en un sector, cuando es doméstica, cuando es organizada, cuando es ocasional, en fin, son muchos los factores que intervienen” y las propuestas creativas escasean porque muchos de los que decimos estar a favor de la paz, sin darnos cuenta, atizamos la violencia y con ello la guerra que padecemos cada día en las calles de nuestras ciudades y de nuestros pueblos.

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