Por: Ena Celedón
Su pueblo natal, Villanueva, La Guajira, allí nació el 7 de diciembre de 1022, siendo esta cuna de artistas testigo de su infancia, la cual transcurrió entre sus estudios primarios, recorrer los campos donde aprendió a conocer muy bien a los animales, descubrir el poder de curación de las plantas y andar de arriba abajo por las calles villanueveras; especialmente por su añorado y muy conocido por todos “El Callejón de Piedra”. Con los años su vena musical se fue desarrollando.
Conjuntamente con Juancho Gil, además de ser su gran amigo, se convirtió en su compañero y compadre y junto a otros artistas recorrían el cesar y La Guajira con sus instrumentos musicales, con los que amenizaban todas las fiestas patronales de la región.
Pocos años después, cuando su vida bordeaba los 22 años, salió de Villanueva, dejando a sus padres Antonio Celedón Montero, a su madre; Elodia Helena Moscote Argote y a sus 4 hermanas: Juana, Carmen, Nina y Josefa; y una gran dinastía con una vena musical, que aún hoy se sigue cultivando en La Guajira, el Cesar, Colombia entera y el extranjero.
En una de esas correrías musicales, llego a Codazzi de donde nunca más se fue. Una hermosa Morena llamada Maximiliana Zapata Mejía, le mando un recado con una persona, cuyo mensaje fue “que ella quería hablar con él”. Lo que se supo después que la cita a primera vista, fue el inicio de una relación que hoy lleva 74 años de casados, de los cuales nacieron 12 hijos: Enrique, José, Leonor, Gloria; Mariela, Dalys, Elodia, Clara, Enna, Luzmarina, Rafaela y Lida y con ellos una larga generación de 36 nietos y más de 30 bisnietos.
Las fiestas patronales y las casetas de carnavales, hicieron que la presencia de don Rafael Celedón, conocido también como “El Mono Celedón o el Alemán” fuera el personaje indicado para reunir a todos los artistas empíricos, versados en la música de viento o bandas de viento o música de la sabana.
Su casa, en Codazzi, se convirtió en el hospedaje de más de 15 personas, que además de sus instrumentos; la hamaca, hacia parte importante de su viaje, porque en el kiosco que estaba en el patio sirvió para que todas estas hamacas, colgadas una detrás de otra, durmieran sueños e ilusiones de hombres que brindaban alegría con la música de la época, como lo fueron los porros y la poca música vallenata que se escuchaba entonces.
De ese vallenato, recuerda don Rafa al acordeonero Edgar Peñaloza y sus Estrellas Vallenatas, quien se atrevió a fusionar música de viento con vallenato, lo que resulto magistral y del gusto de quienes los escucharon y lo bailaron. Esta joven promesa del vallenato murió en accidente de moto, cuando intentó pasar un retén de la aduana en el corregimiento de Varas Blancas municipio de La Paz
Cada siete y quince de agosto, fechas en la que la gente de Codazzi celebra sus fiestas patronales de La Divina Pastora, llegaban los artistas de la jagua de Ibírico, de La Paz, Villanueva y de la Jagua del Pedregal; a cumplir con el toque de la alborada, ensayo que se iniciaba a las cuatro de la madrugada en la casa de Rafael Celedón.
Por la época,era usual ver en estos ensayos a Rafael Escalona, (enamorado como siempre), Urbanito Castro, al compositor Armando León Quintero, Alfonso Ávila, Carmencita Barrero, Napoleón Ávila entre otros; quienes en ultimas eran los promotores de la gran verbena nocturna que reunía lo más granado de la sociedad codacense.
Era ahí donde entraba en juego la selección de escoger a los expertos en cada instrumento. Esa tarea la tenía a cargo don Rafa. Entonces empezaba la gira por Villanueva, La Jagua de Ibírico, La Jagua del Pedregal y La Paz. Titánica tarea, pues la única manera de encontrarse era viajar a cada lugar.
La gran ventaja de entonces, era que los interesados ya estaban preparados, porque era imposible que en Codazzi se hiciera una fiesta patronal o de carnaval, sin que ellos amenizaran esa pachanga en el club de Leones y las casetas tradicionales. Ellos visitaron los Santanderes y parte de Venezuela.
Rafael Celedón Moscote, además de su interés por la música donde se destacaba por interpretar muy bien el trombón, el bombardino y la tuba; heredó de su madre la pasión por el beneficio que tiene cada planta, de hecho el mismo confesó que varias veces le salvo la vida a muchas personas que les daba congestión estomacal con la planta de chicoria. Aprendió con un compadre a inyectar, utilizaba una jeringa de vidrio y rigurosamente la esterilizaba con agua caliente y utilizaba aguja nueva con cada persona.
Fue maestro de obra. Sin tener ninguna clase de estudios sobre construcción, manejaba al dedillo los términos de dicho oficio. Construyó muchas casas en Codazzi, entre ellas, su propia casa.
Lo que más impacto la vida de este villanuevero sin duda, fue la música. La vivía, la soñaba y la compartía. Fue así como Eduardo “Yayo”Duran, el saxofonista deLa Jagua de Ibírico, estaba dispuesto siempre para el toque. Por allí estuvieron Ovidio llamado“el Perro”; Hugues Maya, Juan Díaz, Los Torres, con su Banda La Santa Cruz, Lacides Ríos, Antonio Ríos, Manglio Ríos, Miguel Sierra de Los Cumbancheros del Ritmo, El guitarrista Pole Alarcón, Manito Jhonson, Andrés Mojica, los hermanos Calderón de La Paz con la Banda Francisco de Asís; Los Pirikuiski de Codazzi y Belicide; el cantante, quien una noche de estreno, con el fin de aclarar la voz se tomó media botella de miel y terminó quemándole la garganta.
Todos estos artistas, junto a Rafael Celedón Moscote, fueron y siguen siendo grandes juglares de la música de viento, generadores de costumbres y tradiciones; que ojalá que el colectivo conocedor de esta cultura no la deje en el olvido. El recordado y talentoso artista, dejó un legado cultural que ojalá sea cultivado por muchas generaciones más. El gran villanuevero, pero codacense de corazón, falleció el 20 de febrero de 2019. Dios ilumine su alma y descanse en paz.