Un panorama desolador, registran las obras ejecutadas con recursos públicos en el municipio de Chiriguaná, con mayor incidencia en los escenarios deportivos. Estos escenarios, además del abandono que los someten al creciente deterioro, están a merced de la delincuencia que crece, al parecer, por el auge de la drogadicción que es estimulada por los inescrupulosos que, a través del ejercicio de la compra de chatarras incentivan el desmonte del amueblamiento urbano.
Para los adeptos al deporte en Chiriguaná, genera impotencia saber que los escenarios, especialmente deportivos, están en completo abandonó y sin un plan oficial para recuperarlos, ya que no cuentan con vigilancia producto de la falta de planeación, sentido de pertenencia y, por ende, sin presupuesto o falta de gestión para cuidarlos.
Lo anterior, porque, en la gran mayoría de casos, si se han designado vigilantes, la administración no corresponde con el pago oportuno de las mensualidades de los contratados, como sucede con el designado para el mal llamado “Estadio Municipal”, y con la totalidad de los empleados del Instituto de Deportes de Chiriguaná (INDRECHI), que hoy tienen amenazada a la nueva administración municipal, que preside José Carmelo Galiano Uscátegui, por la deuda heredada de la administración de Ivan Caamaño Cuadro.
Este panorama es más desolador en la llamada “Villa Olímpica”, que fuera un orgullo municipal, por lo menos surgido de su inauguración, cuyas infraestructuras de servicios públicos ha sido, paulatinamente, desmontada por los delincuentes, como los cables de energía, que, se comenta, son comercializadas en las llamadas chatarrerías que, al parecer, son negocios florecientes en el municipio.
De los lamentos de quienes denuncian estas anomalías, como Wilson Dita, también se desprende la falta de sentido de pertenencia, ya que la comunidad no asume que las obras públicas no son de los gobernantes y se hace necesario que, luego de ser dadas al servicio, la comunidad tiene que apropiarse de ellas para protegerlas, defenderlas, cuidarlas y hacerlas operativas.
Para algunos chiriguaneros, este panorama es caldo de cultivo para la drogadicción, el alcoholismo y, por ende, el microtráfico; porque, por la misma vía que se desestimula la práctica del deporte, se abandonan los escenarios, florece el ocio y el desprecio por las inversiones públicas.
Además, hace falta que las administraciones municipales defiendan lo público, como una forma de proteger la inversión para hacerla funcional y recoger los frutos sociales, que se materializan en una juventud sana y con deseos de superación, para derrotar la pobreza y los factores que inciden en ella.
Duele tantas obras públicas fallidas, abandonadas, mal gestionadas, desvalijadas, impensadas, como una universidad que funcione localmente, con su estructura física, las que se han vuelto comunes en otros entes territoriales; pero en Chiriguaná, va pasando a la historia el calificativo de “capital de la cultura” y donde “La inteligencia es peste”.
Es necesario que surjan las escuelas deportivas, interesadas en contribuir a un ambiente sanos, para quitarle hombres y mujeres a la delincuencia, a la degradación social y para evitar que los criminales se sigan enriqueciendo a costas de la juventud desprotegida y los hogares destruidos.
A lo anterior, se suma que el terreno de la antigua cancha de fútbol municipal fue destinado para hacer la fallida terminal de transporte, cuya edificación fue utilizada a la postre para el funcinamiento de un comedor para los abuelos. A la cancha de fútbol del colegio de bachillerato se la tomó la maleza, producto de la inactividad. El antiguo campo de “La bañadera” se la tomaron los ganaderos y la convirtieron en potrero y el terreno de la antigua la cancha, conocida como “El crimen”, fue utilizado para construir el actual patinódromo.
