Al igual que la Sirena del río Guatapurí, el patrono de la ciudad de Valledupar –El Santo Ecce Homo– tiene sus mitos y sus misterios. Esta figura, que se conmemora el lunes santo, cuenta con miles y miles de devotos, y sin embargo, su origen sigue siendo desconocido.
Cuenta una leyenda que un hombre de color, procedente de Rincón Hondo, fue encerrado bajo su propia solicitud para construir una imagen grandiosa. El hombre se mantuvo aislado durante varios días sin otro alimento que una pequeña cantidad de pan y agua.
El silencio impuesto por este aislamiento acabó inquietando a la gente. Unos días después de este encierro insólito, un grupo de pueblerinos acudió al lugar para conocer su estado de salud.
La sorpresa fue enorme: el local estaba vacío, sin rastros del artesano, y además, el agua seguía intacta. En medio de la sala, destacaba una imagen imponente, labrada de manera majestuosa que, poco después, fue llamada: “El Santo Ecce Homo” (“He aquí el hombre”).
Desde entonces, el Santo fue adulado por los habitantes de Valledupar quienes vieron en ese descubrimiento el primero de una larga cadena de milagros. Entre ellos está el hecho de que el Ecce Homo sude abundantemente y que con ese sudor se pueda curar un gran número de enfermedades.
Cada Lunes Santo es un momento de fervor y exaltación. El pueblo se reencuentra con su patrono, lo adula, le ruega mejoras y milagros, o simplemente, celebra su regreso con una fe y una constancia fuera de lo común. Llegan personas de las afueras de la ciudad, se aglomeran en la plaza Alfonso López y persiguen la imagen del Ecce Homo por las calles del centro histórico.
Cada año, el mismo esquema se reproduce y –ante un océano de personas–, la imagen del Santo Patrono aparece en la tarima Francisco El Hombre. El discurso de Monseñor Óscar José Vélez Isaza -quien ha encabezado las ceremonias de los últimos años- emociona las multitudes que, luego, repiten el coro sobre una música interpretada con el instrumento regional: el acordeón.
Centenares de pañuelos blancos se alzan en el aire en busca de un reconocimiento. Algunas personas se acercan a la tarima para limpiar el cristal protector del Santo con ese mismo pañuelo, otras observan cómo los hombres más cercanos se llevaban al patrono en sus hombros.
A las seis de la tarde, el Santo Ecce Homo ya inicia su procesión. Las gotas finas de un aguacero amenazan con caer, pero al final, sólo queda en una amenaza. En la semi-oscuridad, el patrono avanza lentamente entre la mirada admiradora y beata de los visitantes.
Monedas vuelan, aplausos suenan y rumores se difunden de que el Santo Patrono reserva buenas sorpresas para los meses venideros. El fervor colectivo de la Semana Santa llega a su epicentro y detrás de la figura del santo, entre las callejuelas del centro, no pueden faltar los representantes de la clase política local.
Todo es un sueño de varias horas que deja a la ciudad de Valledupar en un estado de embriaguez espiritual. Una sensación de bienestar que se repite año tras año y que muchos no consiguen explicar.
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