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La soberbia envenena el sentimiento de fraternidad

La soberbia envenena el sentimiento de fraternidad.

Fuente: Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano

En la soberbia “se esconde el pecado radical, la absurda pretensión de ser como Dios”. El “verdadero remedio” es la humildad

“La soberbia es la auto-exaltación, el engreimiento, la vanidad. Según Francisco el soberbio: “es aquel que cree ser mucho más de lo que es en realidad; aquel que se estremece por ser reconocido mayor que los demás”, a los que desprecia por considerarlos inferiores. un vicio similar es la vanagloria, pero “es una enfermedad infantil” si se compara con la soberbia.

Dentro del mal de la soberbia está “la absurda pretensión de ser como Dios”, está por tanto el pecado radical. Arruina las relaciones humanas, envenena ese “sentimiento de fraternidad” que debería unirnos a todos.

El soberbio también se revela como tal en su físico y en actitudes particulares: Es un hombre fácil de juzgar desdeñosamente: por nada emite juicios irrevocables sobre los demás, que le parecen irremediablemente ineptos e incapaces. Es arrogante. 

A la persona soberbia es imposible hacerle ni siquiera una pequeña crítica u observación. Es imposible corregirle, con ella sólo hay que tener paciencia “porque un día su edificio se derrumbará”. “El verdadero remedio para todo acto de soberbia” es la humildad. La soberbia proviene del orgullo.

La soberbia es una actitud muy peligrosa. Es la actitud de quien se coloca ante Dios pensando que siempre tiene las cuentas en orden con Él: el soberbio cree que hace todo bien.

Es la gente que se siente perfecta, la gente que critica a los demás, es gente soberbia. Ninguno de nosotros es perfecto, ninguno. Hay pecados que se ven y pecados que no se ven. Hay pecados flagrantes que hacen ruido, pero también hay pecados tortuosos, que se anidan en el corazón sin que nos demos cuenta.

El peor de los pecados es la soberbia que también puede contagiar, incluso, a las personas que viven una vida religiosa intensa. La soberbia es un pecado y el divide la fraternidad, el pecado nos hace suponer que somos mejores que los demás, el pecado nos hace creer que somos similares a Dios.

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