Por: John Bolívar @JOHNBOLIVARACOS
Una maestra de escuela, poco agraciada, por no decir que fea, se presentó a un concurso de canto y cuando abrió su boca se convirtió en el más hermoso de los ángeles cantores, esto hizo que un cazatalentos le dijera: “Ya no serás más Úrsula Hilaria, el mundo te conocerá como la gran Celia Cruz”.
Gabriel Muñoz, el gran director artístico y cazatalentos de la entonces CBS, escuchó cantar un compositor mueco, tuerto, corronchito, de mal vestir y hasta desafinado, pero vio su natural potencial y ayudó a convertirlo en el más grande de los cantantes vallenatos: Diomedes Díaz.
A decir verdad, Celia Cruz hoy día, aún con su prodigiosa voz, no tendría ninguna oportunidad de triunfar, y no la tendría porque al frente de los nuevos prospectos ya no están los cazatalentos; ahora son reemplazados por los llamados productores, sí productores, unos “genios” atrincherados detrás de un computador que deciden que es bueno y que es malo, solo desde la óptica de su fracaso como artistas.
Alguien como Nelson Ned, un cantante brasilero con una voz prodigiosa hoy no tendría ninguna oportunidad de ser la estrella que fue por ser negro, pobre y enano. Antes eso no importaba, para ser cantante solo se necesitaba tener una gran voz y cantar bien, ahora la voz no importa, vuelven estrella a cualquiera porque el prepotente productor es el que hace el “producto” que se venderá en las emisoras y si existe el traqueto que patrocine el paquete, lo venden en complicidad con los reyes de la payola: Los directores de las emisoras musicales.
Esta nueva raza llamada productores: son eso, unos “arma productos” toman al artista para realizarse a través de ellos, no toman la esencia propia del artista para engrandecerlos como lo hacían los cazatalentos, no les apasiona el arte, les interesa el éxito, a ellos no les importa el “ser” si no el “pegar” y para ello se valen de los directores o programadores de las emisoras, quienes en su mayoría son solo unos “payoleros” sin ética ni principios.
Da tristeza ver como se burlan de los cantantes vallenatos, montándoles unos looks espantosos, poniéndoles el pelo flechudo a punta de botox, los maquillan exageradamente y les realizan unos videos realmente deplorables.
¿Qué decir de la música que realizan? Son canciones para zombilizar, música para buseta, una repetición de frases estúpidas con una melodía jocosa que termina idiotizando al oyente de tanto repetir el mismo sonsonete.
En el vallenato se escuchan ahora muchos cantantes que suenan igual, esto se debe seguramente a que los produce el mismo productor y este genio se aprovecha de los artistas para hacer su disco, no les interesa mostrar al artista porque su ego de cantante fracasado los martiriza por dentro, terminan vengándose de los cantantes talentosos haciéndolos sonar de forma igual a todos; es música desechable, no perdurará en el tiempo porque es basura, es hecha desde el ego y no desde el talento visceral, ese que solo le sale a los grandes artistas que no se dejen imponer los caprichos de esos “arma productos” y sacan su talento en discos maravillosos, como lo hacen: Iván Villazón o Beto Zabaleta, entre otros.
Ahora están produciendo un espanto llamado ‘champeta urbana’, ¡Vea usted! como si la champeta hubiera nacido en el campo, están destrozando una música hermosa nacida en África pero que en Colombia y especialmente en Cartagena tomó un sonido realmente encantador. Se la están tirando los productores del terrible reggaetón que han venido a aterrizar en la champeta para destruirla.
Debo reconocer que hay productores excelentes como Kike Santander, o el maestro Carlos Huertas Jr. Pero he visto trabajar a Huertas y me he dado cuenta que él jamás quiere hacer “su producto” con el cantante que dirige, por el contrario, él se esmera en sacarle al artista lo que el artista es en su esencia.
Por todo esto, mi invitación a los nuevos cantantes del vallenato y la champeta clásica es que mantengan su esencia, que no les preocupe el “pegar” sino el “ser” artista, que no crean del todo en los productores de hoy en día, que sigan ese sonido que tiene su voz, que tomen como ejemplo a Carlos Vives, quien tenía un sonido en la cabeza llamado ‘El Rock de mi Pueblo’, persiguió ese sueño y encontró el verdadero éxito después de los 56 años, pero que hace una música que perdurará en la historia musical y nos dejó un Rock And Roll propio, con sonido a tambora, a vallenato, a gaitas, a bambuco, con olor y olor a Colombia.
El mismo Carlos Vives le está devolviéndole a la vida el favor de su éxito, recientemente abrió unos salones en su restaurante bar donde todos los artistas jóvenes con sonido propio pueden exhibir su música ante un público deseoso de cosas buenas, este sitio es la plataforma de lanzamiento de muchas agrupaciones de hoy en día, de cierta forma Vives se ha convertido en un cazatalento de esos que han desaparecido, de esos que hacen falta en el vallenato y la champeta para detener esta debacle que estamos viviendo.
También invito a músicos grandes como el maestro Emilio Oviedo, Andrés “el turco Gil y a otros a que asuman este rol de cazatalentos, que salven nuestro vallenato de estos monstruos deformadores, que rescaten este bello patrimonio heredado de nuestros ancestros.
Afortunadamente para el mundo musical existe Ry Cooder, un gran guitarrista y el último de los grandes cazatalentos. Ry se sale de su comodidad en los Ángeles y se mete en los recovecos menos pensados de Cuba para descubrir los talentos más maravillosos. Gracias a Ry el mundo pudo disfrutar de Buenavista Social Club, unos ancianos que conocieron el éxito en la senilidad de sus días, pero que nos dejaron un gran legado musical.
En una de sus cacerías logró descubrir a Polo Montañéz, quien ya no está con nosotros, pero nos deleitó con su “Polvo de Estrellas”. Si analizamos estos y otros trabajos del último de los cazatalentos, nos daremos cuenta que Ry no impone nada, solo los graba y los manda al mundo y el mundo lo agradece, lo que realiza es arte que termina pegando porque es maravilloso. Él no antepone su ego como sí lo hacen los productores de ahora, Ry saca del cascarón al artista y lo expone a la luz.