Por: Pedro Miguel Peinado
Corresponde a la sociología estudiar todos los fenómenos sociales inherentes a un pueblo y como ellos les afecta. Hace muchos años el acceso a la educación era casi un privilegio, con lo cual el conocimiento se constituía en la mejor argumentación para escalar en la sociedad.
Alcanzar el título de bachiller era un acontecimiento sin precedentes y el esfuerzo coronado para quienes los recursos no le daban más allá de ese peldaño. Pero como siempre, con las excepciones del caso, muchos sobrepasaban esa limitante y con loable esfuerzo y sacrificio obtuvieron un merecido título profesional.
CHIRIGUANA, fue precisamente esa clase de población, que con una carga genética especial y unos rasgos sociales de singular coincidencia fueron convirtiendo a este municipio en referente obligatorio, hasta alcanzar el remoquete de “pueblo donde la inteligencia es peste” el que más tarde mutó en “cuna de la cultura”.
Quizás hasta los años setenta, podríamos afirmar que CHIRIGUANA mantuvo muchos lustro de esplendor regional y hasta nacional. De allí en adelante sería bueno que la misma sociología se encargara de analizar el fenómeno de metamorfosis y sus causas, que a la inversa, lo sumergen en la época de la decadencia. Porque es llamativo, que sin bajar el índice de producción profesional, el rendimiento en valores y aprecio de su don de gentes verticales y brillantes, haya sufrido una caída casi perpendicular. Los cargos de dirección social, político y económico, también con excepciones, los ocupan personas con poco brillo y ausencia de principios legales.
El hombre campesino y trabajador que ahorraba con ahínco para solventar sus necesidades básicas y lujos esporádicos, fue reemplazado por la subcultura del enriquecimiento fácil y rápido, sin medir temores y mucho menos enos consecuencias.
La unidad de partidos y clases sociales (donde no se distinguía entre acaudalados y necesitados) para luchar por las falencias más importantes y apremiantes de la comunidad, hasta alcanzar su objetivo, fue reemplazada por la voracidad y el negocio particular del asalto al fisco.
CHIRIGUANA generosa y hospitalaria ha acogido siempre a quien busca su regazo para una mejor vida. Aquí llegaron de todas las latitudes sin que ninguno desentonara, llegaron con el propósito de aportar y construir; en las últimas décadas muchos llegaron a restar y llevarse lo poco o mucho que pertenecía a todos.
Ejemplo de ello nuestro Hospital San Andrés, idea brillante del siempre querido y recordado Dr Robertico Garcia, que surgió y escaló con la rapidez propia de la ética médica y un servicio humanitario sin precedentes, pero que la fina rapacidad del oscuro poder de la corrupción nos tiene luchando para levantarlo de sus cenizas o de lo poco que dejaron.
Pero los pueblos también tienen el poder de recuperarse esas etapas aciagas, si desde casa uno se los sitios en donde estemos aportamos la buena disposición y entrega de amor por el terruño, esa mala hora puede ser cosa del pasado. Vamos, no desmayemos!!